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Cuando me pidieron una colaboración para la revista Balconada, con motivo de la celebración del 75º aniversario de Radio Vitoria, inmediatamente me vinieron a la memoria recuerdos de sucedidos vividos alrededor de esta emisora. Algunos marcados en mí como con fuego, y otros relacionados con mi trabajo, pero todos me dejaron huella. Llevo la tierra alavesa en mi piel, en el carácter, y hace muchos años que tengo relación con los medios locales, aunque sea de manera indirecta.
Los medios nos acercan las noticias del mundo y nos ayudan a conocer a los demás actuando como puente en la relación mutua. El alcance de la comunicación que hacen posible las tecnologías actuales refleja claramente que los seres humanos necesitamos intercambiar información. No sé si los animales no racionales tendrán esa necesidad –si alguien lo sabe, que me lo diga– pero no creo que lleguen a nuestro nivel.
Tengo la fórmula “EAJ-62 Radio Vitoria” clavada en el recuerdo, ya que corresponden a las coordenadas de la frecuencia de la emisora que escuchaba en casa en la década de los cincuenta del siglo pasado. Tanto en Aramayona como en Mondragón mi madre sintonizaba EAJ-62 (al menos mientras mi padre no tomaba el control del dial), seguramente en un impulso psicológico por sentirse más cercana a sus mayores, por entonces vecinos de Salvatierra, Vitoria y Villamardones. Tenía 10 años la primera vez que visité la sede de Radio Vitoria en la calle Olaguíbel. Eran fiestas de la Virgen Blanca y acompañé a mi madre a denunciar la desaparición de mi hermano pequeño de dos años, perdido en el mercado de la plaza de los Fueros, muy cerca de la emisora. Debo reconocer que la búsqueda tuvo éxito. Se dio el aviso por radio y antes de una hora apareció mi hermano, de la mano de una simpática señora que le había comprado un helado en “La Italiana”.
Estudio para emisiones en F.M. de Radio Vitoria, en 1984. Cortes?a Roberto O?ederra Ram?rez (jefe de emisiones en 1995).
El “Pensamiento Alavés” constituye un hito en la historia de los medios de comunicación alaveses. Este periódico aparece muy temprano en la cronología de mi profesión frustrada, y se remonta a mis veranos en Salvatierra. El personaje central de ese recuerdo es mi abuelo José María Azkarraga. A menudo pienso que fue él quien sembró en mí la primera semilla del periodismo y a él debo una parte de la carrera sin título oficial que he desarrollado en los medios.
Mi abuelo fue el acicate que me guió por el camino del periodismo, pero en aquellos años ni siquiera podía imaginar que algún día haría yo de la escritura una afición. Él me enseñó, sentado en el escritorio de su casa de Salvatierra y después de una reconfortante siesta, cómo confeccionaba sus escritos para el “Pensamiento Alavés”. Llenaba los folios de bellas e impolutas palabras y, al terminar, me los leía despacito y con la entonación adecuada para un niño de mi edad. Amando, el cartero, se encargaba de los trámites postales y, al cabo de unos días, podía yo leer impresas las palabras manuscritas del abuelo, tras un proceso que a mi se me antojaba mágico.
Aún guardo como oro en paño recortes de aquellos artículos redactados por mi abuelo. Entonces él ya sabía –yo lo aprendí con el tiempo– que el “Pensamiento Alavés” no le publicaría artículos sobre temas delicados. Tenía muchos motivos para dar rienda suelta a su enfado, a su furia y a sus quejas, pero los fascistas rebelados veinte años antes no respetaban los deseos de la sociedad civil y lo dejaron bien claro con su trato a los defensores de la democracia. El “Pensamiento Alavés” era una atalaya de fascistas, habiendo comenzado el calvario de mi abuelo y de su familia el 22 de julio de 1936, justo el día en que el periódico de José Luis Oriol –defensor de los ideales carlistas más retrógrados– publicara el título “Álava por España. El movimiento sigue camino del triunfo”.
Unos años después, fue mi padre quien me puso las cosas claras en Ullibarri Ganboa, el día en que le comuniqué hacia dónde quería orientar mis pasos profesionales. Cuando le dije: “quiero ser periodista”, mi padre, después de asegurarse de que nadie nos oía, me informó de que aquello suponía la adhesión inquebrantable a los principios del movimiento franquista y añadió que, si continuaba con mis pretensiones, casi-casi podía olvidarme de que era hijo suyo. ¡Así se desvaneció mi sueño de estudiar periodismo!
Peri?dicos de la ?poca.
A pesar de todo esto, el “Pensamiento Alavés” continuó llegando a nuestras casas casi a diario por razones psico-sociológicas casi incomprensibles para el ser humano y yo pude entender cada vez más cómo nos bombardeaban con sus contenidos. Por entonces yo estaba ya perdiendo lo que Simon y Garfunkel denominaron “the time of innocence”. Acababa de cumplir 17 años, estaba en Preu en el Instituto de Vitoria y una fría y oscura tarde de invierno quemé junto a unos amigos (a escondidas, claro está), varios números del “Pensamiento” y del “Correo Español” cerca de la Florida, en venganza por no haber incluido información sobre las fiesta de Santa Águeda. Definitivamente, había perdido la inocencia.
Al “Pensamiento Alavés” le siguió, en 1968, el Norte Express, tan retrógrado como su predecesor. Se publicó hasta 1982, siempre en la órbita de la derechista Alianza Popular. En aquellos años se produjo una cruzada contra la sociedad y los valores vascos –en la que se rechazó la ikurriña en 1976– y, bajo la presidencia del parlamentario de Alianza Popular, Santiago Griño, en 1980 se orquestó una campaña contra Euskal Herria. Por aquel entonces, el director del periódico era Felipe García de Albéniz, alrededor del cual surgió un grupo de opinión denominado Solidaridad Alavesa. Tras la línea editorial del periódico se encontraban Ramón Sierra Bustamante –El Alcázar, El Correo Español...– y Lucas María Oriol –El Alcázar, El Imparcial–. Sierra Bustamante tuvo mucho que ver en las profundas heridas que la guerra dejó en mi abuelo José María.
No debemos olvidar “El Correo Español” y su fuerza en el entramado alavés a partir de la década de 1940. La rama alavesa del diario vizcaíno se puso en marcha bajo la batuta de Hilario Dorao, pero yo lo asocio a otro alavés de pro: Venancio del Val. En nuestras entrevistas que sostuvimos durante muchos años, hablamos largo y tendido sobre su experiencia en los medios locales –Heraldo Alavés, Pensamiento Alavés– y foránea –Euskadi, Hoja del Lunes...–. Precisamente, los primeros cuatro años de la década de los 80 yo también colaboré en la donostiarra Hoja del Lunes como freelance. Cuando, a través del vascófilo Juan San Martín, el director del semanal, Jaime Quesada, me dio la oportunidad de publicar en él, decidí escribir sobre cultura alavesa. Disfruté mucho dirigiéndome a los lectores guipuzcoanos sobre la provincia vasca más desconocida y tengo muy buenos recuerdos de aquel periplo. Además, en 1984, la Diputación Foral de Álava publicó un libro recopilatorio de aquellos artículos titulado “Lainopean kantari”.
Primer locutorio de Radio Vitoria.
Volviendo a la radio, debo confesar que nunca fui muy amigo de Radio Álava. Radio Vitoria me parecía más de casa, como un miembro de la familia –aunque no conociera personalmente a nadie que trabajara allí. Algunas de sus voces me eran muy familiares y cercanas. Podría mencionar, en primer lugar, a José Mari Sedano. Aunque condujo muchos programas, el que a todos nos gustaba era “Fiesta Vasca - Euskal Jaia”, y por ello nos dábamos cita todos los domingos ante el aparato. Hace 25 años escribí sobre este tema con motivo de su emisión número mil y del homenaje que se le realizó a José Mari. Para muchos, la contribución de Sedano era como un soplo de aire fresco entre tanto programa de radio lleno de “lealtad inquebrantable”.
Al oír la frase “Atención Salinas de Añana: hoy cumple sus años...” me viene a la memoria la imagen de Judith Cobo. Si no me equivoco, aún se continúa emitiendo el programa Club de Amigos, aunque, por supuesto, los locutores han cambiado. Judith recibió el apoyo de Javier Cameno. Y ya que lo menciono, debo decir que constituye, en mi opinión, el personaje más multifacético de Radio Vitoria. Un trabajador incansable que por trabajo casi olvida hasta su propia boda. Se concentró principalmente en el ámbito deportivo. Daba gusto oírle comentar los partidos del Deportivo Alavés (especialmente cuando el Glorioso ganaba) y, si no me equivoco, a lo largo de su carrera llegó a retransmitir hasta una partida de mus. En 1983, Cameno dejó la dirección de la radio para pasarle el testigo a Txerra Diez Unzueta. Nunca olvidaré a Angelines “Pines” Cobas, sin duda la voz más dulce, a la que corresponde la frase: “Con Vds., amigos oyentes, la emisora EAJ-62 Radio Vitoria”. Angelines contó conmigo como tertuliano hace unos años, algo por lo que le estoy muy agradecido, ya que he tenido la oportunidad de conocer a amigos inolvidables de las ondas.
He mencionado algunos nombres, pero me he dejado muchos en el teclado. Todos ellos forman parte de la historia de los medios de comunicación alaveses y han participado en la creación de una memoria colectiva. En la vida de cualquier pueblo, los medios juegan un papel muy importante. No obstante, por encima de los medios y de las ideologías siempre estarán las personas.
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